¿Qué estás buscando?

Bernardo soñaba con ovejas eléctricas cuando de repente un ruido le despertó. Su cabeza, que hasta unos momentos antes, reposaba sobre la mullida hierba sintética completamente idéntica a la natural, se incorporó y abriendo sus legañosos ojos intentó sin éxito encontrar qué había causado el ruido.

“Oink”, oyó delante de él a uno de los cien cerdos  de Guijuelo que formaban su piara e incorporándose acarició suavemente la cabeza del puerco que había gruñido. Bernardo se estiró a la vez que bostezaba y se puso a caminar sobre la hierba de la dehesa donde las encinas sintéticas daban unas maravillosas bellotas sintéticas con las que se alimentaban los gorrinos; se sentía bien y en paz y dirigió la mirada hacia las esponjosas nubes que salpicaban el cielo. Entre ellas y de repente vio unas líneas verdes, azules y rojas como las que se producen cuando se estropea una pantalla. “Mmmm, extraño”, pensó para sí mismo, “será mejor que de aviso a  mantenimiento, si la cúpula deja de simular ser el cielo, mis cerdos se pondrán nerviosos”.

Y pensando en esto, Bernardo se dirigió hacia su kit de porquero lunar donde estaba el comunicador. No pudo andar mucho más sin volver a escuchar el ruido que le había despertado pero esta vez mucho más fuerte. Dándose la vuelta, pudo ver como una enorme brecha se abría en la cúpula que protegía su dehesa lunar  del caos y la oscuridad reinante en el mar de la tranquilidad donde su explotación ganadera se encontraba.

A toda prisa se dirigió hacia la zona de seguridad donde se vistió velozmente con su traje lunar y se aseguró al tubo que evitaría que la gravedad lunar se lo llevara volando y que le alimentaría con oxígeno hasta la llegada del equipo de rescate.

Bernardo observó como la brecha en la cúpula lunar iba aumentando de tamaño y le vino a la memoria cómo el año pasado había decidido abandonar la tierra y su Macotera natal para buscar un futuro en las colonias lunares. Entre lagrimas observó como sus cerdos empezaban a flotar hacia la brecha abandonando la seguridad de la cúpula selenita y explotando al salir de ella; un pensamiento inundaba su cerebro: “¿cubrirá esto mi seguro espacial?”

Autor: Álvaro Nicolás Lago Marbá