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Relato ganador premio del público: ‘Hánuman’

En el centro de control de la agencia especial ya estaba todo preparado pero a pesar de que llevaban meses entrenando y ultimando los detalles más importantes y delicados con decenas de simulaciones, el nerviosismo era patente. Ingenieros y científicos se enfrentaban a sus monitores donde se mostraban las telemetrías de Climber 1; una sonda especializada para posarse en la desconocida superficie de aquel objeto estelar, situada ahora a tan solo un kilómetro de distancia y al que se aproximaba ya mucho más lentamente. El nombre de Climber fue elegido graciosamente por uno de los hijos del equipo de ingenieros del proyecto, porque aquel artefacto debía aferrarse como un escalador a la dura pared de aquella roca galáctica mediante un cable metálico.

Hacía más de tres décadas cuando otro asteroide extrasolar, Oumuamua, pasó a 30 millones de kilómetros de la Tierra. Este visitante no despertó el interes que se merecía, debido al pequeño tamaño y a la lejanía a la que se encontraba. Finalmente, el consenso científico según los datos que se recabaron entonces era simple y escueto; aquel objeto que surcaba el espacio a gran velocidad y que no estaba ligado a la gravedad del sol, no procedía de nuestro sistema solar, tenía que venir de fuera de él.

32 años después un astrónomo del Observatorio Astronómico de Sudáfrica descubría un objeto similar en tamaño y forma y confirmado como de procedencia extrasolar. Estábamos ante el segundo caso de la historia conocida de la Tierra en el que un asteroide no hijo del Sol visitaba nuestro sistema, con la diferencia, además, de que ahora disponíamos de mejor tecnología, y la trayectoria de Hánuman, como así lo habían bautizado, era técnicamente más favorable para una misión de exploración remota.

La comunidad científica internacional y la ESA en colaboración con otras agencias enviarían una sonda para recopilar todos los datos posibles. Quizá estábamos ante la piedra Rosetta del espacio.

 Climber 1 ya estaba unido, como por un cordón umbilical, al asteroide por aquel cabo metálico. El proceso era sencillo pero ingenioso. Al estar amarrado por un cable anclado a la superficie de unas decenas de metros, y dada la forma de Hánuman de puro alargado, un pequeño impulso de gas comprimido bastaría para que la sonda se enrollara dando vueltas al rededor, capturando mientras datos y fotografías de la mayor parte de su superficie hasta afianzarse sobre la misma.

 La aventura se estaba llevando a cabo sin problemas aparentes, la danza sincronizada y silenciosa de Climber 1 con su anfitrión contrastaba con el nerviosismo de los controladores, esa calma chicha que precede a una tormenta, en este caso una deseable tormenta de datos e imágenes.

 Las primeras vistas no eran buenas, se había formado una neblina debido al calor del sol que estaba sublimando restos congelados de algún tipo de compuesto. Por suerte empezaban a llegar imágenes mucho más nítidas de la superficie que no estaba siendo insolada, pero nada que no se haya visto ya en nuestro sistema solar, pequeños impactos con cráteres, las cicatrices de un asteroide que ha vagado por el espacio millones de años.

El primero que vio las impactantes imágenes fue una joven controladora del programa de becas para jóvenes talentos que se encargaba de la cámara de proximidad. -¡Dios mío!, ¡¿qué es esto que estoy viendo?! -exclamaba, mientras se quitaba las gafas en un ademán de querer ver mejor. Lo que mostraba aquella pantalla era imposible, una broma, una suplantación del terminal.

La ingeniero dio aviso al supervisor de la central el cual se dispuso también a ver en su monitor la misma cámara que enviaba esos gráficos. El rostro del científico era el fiel reflejo del asombro y la incredulidad, el corazón le latía como si estuviera viendo la creación del universo en directo por aquella pantalla de ordenador.

En la rueda de prensa de Exploración de Hánuman se leyo el siguiente comunicado: Climber 1 ha enviado imágenes que muestran que sobre la superficie de Hánuman hay adheridos decenas de artefactos similares a los de nuestra tecnología, sondas de todo tipo y tamaños. La ciencia solo tiene una explicación para esto, Hánuman ha visitado en su trayectoria errática cientos, quizá miles de sistemas estelares, y otras civilizaciones con una tecnología similar decidieron también explorarlo dejando allí sus máquinas como nosotros hemos hecho con la nuestra. Por fin sabemos que no estamos solos, por fin saben que no están solos.

Autor: José Luis Gil Romera

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