¿Qué estás buscando?

¿Quién, alguna vez, no ha jugado de niño a imaginar figuras entre las nubes? ¿O se ha sorprendido porque parecía que un árbol le estaba mirando, o un enchufe le sonreía?

Bien, pues que sepas que en ese momento te encuentras ante una “pareidolia”, un proceso mental en el que el cerebro busca patrones reconocibles en elementos que no lo tienen. Un enchufe es un enchufe, y una nube es una nube, pero los asociamos a algo reconocible porque la eficacia leyendo rostros ha sido una ventaja evolutiva: además de ser importante socialmente, aquellos que eran capaces de reconocer las facciones de los depredadores eran los que más posibilidades tenían de sobrevivir.

Ahora hagamos un viaje en el tiempo, aprovechando que el Pisuerga pasa junto al Museo de la Ciencia…

19 de junio de 1976. La sonda Viking 1 se sitúa en órbita en torno a planeta Marte, después de casi un año de viaje. Mientras gira en torno al planeta rojo, toma imágenes de posibles localizaciones para el amartizaje (aterrizaje en Marte). Una de esas zonas de observación es la denominada Acydalia Planitia, una gran llanura al norte del planeta. Gracias a las imágenes cercanas, la localización primaria de descenso se desestimó, debido a la peligrosidad del terreno, amartizando  en una zona conocida como Chyse.

Sin embargo, entre las fotos enviadas a la Tierra, los investigadores observan cómo una zona de Acydalia, cerca de Arabia Terra, poseía accidente geográficos que podían indicar la presencia pasada de agua en la superficie marciana, y una meseta geográficamente peculiar: en ella se podía ver la forma de una cara de apariencia humana mirando hacia el cielo. Se la llamó “la Cara de Marte”, una meseta de unos tres kilómetros de largo y un kilómetro y medio de ancho.

Evidentemente,  los científicos integrantes del equipo de Viking, no dieron importancia a la semejanza, entiendo que se trataba de un efecto de luces y sombras, junto con la orografía del terreno. Un claro ejemplo de pareidolia. Además, la resolución de las imágenes de aquella época, y la pérdida de algo de información de las mismas en la transmisión, tampoco ayudaban demasiado.

Sin embargo, alguien se dio cuenta de que esa imagen podría conseguir llamar la atención del gran público sobre el planeta rojo, aunque fuera pensando en civilizaciones marcianas extintas, y así poder conseguir un aumento en los recortados y exiguos presupuestos de la NASA, a quien se redujo sustancialmente su asignación anual después del éxito de las misiones Apollo.

Tiempo después, algo así como 20 años, la NASA fotografió de nuevo “la Cara” con la misión Mars Global Suveyor, en 1998 y 2001, y la Mars Odyssey en 2002, con nuevas cámaras de mayor resolución, constatando, sin lugar a dudas, el origen geológico de la estructura, y el engaño que produjo la luz del Sol en el momento de la fotografía de Viking 1. La definición de las siguientes generaciones de cámaras y sensores fotográficos, ha permitido obtener unas imágenes de gran detalle, donde, pareidolias aparte, no hay lugar para la más pequeña duda. Es más, existen más “caras” en Marte, incluso más explícitas y divertidas, como el cráter Galle, llamado “Happy Face”, y que recuerda a los famosos “smiley” de los 70 y 80.

Aun así, todavía existen seguidores de teorías de la conspiración, ufólogos y demás grupos humanos similares, que afirman que la NASA tiene las pruebas de una civilización marciana, que intentaba comunicarse con el espacio a través de esculturas humanoides en montañas.

Tienes las imágenes originales. Juzga tú mismo.

Carlos A. Coello
Planetario del Museo de la Ciencia de Valladolid