
Premio categor铆a general: ‘De aqu铆 a la Luna y vuelta’
AUTORA: BEL脡N S脕NCHEZ HUMANES
A los cinco a帽os le dio a su amigo Bruno la gran noticia: 隆La Luna est谩 hecha de queso!
– Que no.
– Que s铆.
– 驴C贸mo lo sabes?
– Lo he so帽ado.
Como no ten铆an manera de comprobarlo se lo jugaron a pares y nones y sali贸 que no, que no era de queso.
– Pero pod铆a haber salido que s铆 -se consol贸 ella.
A los once su profesora escribi贸 una nota a sus padres: 鈥淟ynn no atiende en clase, est谩 siempre en la Luna, hablen con ella鈥. Lo hablaron. Cuando su padre le coment贸 el asunto, Lynn le pregunt贸 por qu茅 la Luna brillaba, si no emit铆a luz propia. Y por qu茅 en un eclipse total la Luna tapaba exactamente el Sol. Y c贸mo, si no hab铆a atm贸sfera en la Luna, se podr铆a transmitir all铆 el sonido. Sus padres decidieron que no le sentaba tan mal estar en la Luna, pero le regalaron 鈥淰iaje al centro de la Tierra鈥 para expandir su horizonte.
A los diecisiete Lynn le dijo a su primer novio, Neil, la gran verdad: Te quiero de aqu铆 a la luna y vuelta. Neil le dio un beso en la nariz y la ret贸 a medir la distancia de su amor en cent铆metros, segundos luz o pasos de tortuga, pero a medio c谩lculo se cruz贸 un cometa en el camino de ambos y su amor se dispers贸 por el espacio para no volver m谩s.
A los veintitr茅s, aun con la cabeza en la luna pero los pies en la tierra (Lynn hab铆a crecido mucho), hab铆a acabado la carrera de F铆sica y empez贸 un doctorado en geolog铆a lunar, becada por la Agencia Europea Espacial. Durante cuatro a帽os estudi贸 y analiz贸 con brillantez las muestras obtenidas por astronautas (隆qui茅n lo fuera!) y rovers lunares indios y japoneses. Obtuvo una calificaci贸n de Cum Laude y una invitaci贸n de la NASA a incorporarse al centro espacial Kennedy en Florida. De paso confirm贸 que no, que la luna no estaba hecha de queso. Bruno asisti贸 a su defensa de tesis. Al acabar, levant贸 una ceja y le dijo -驴Lo ves?
– Pero pod铆a haber salido que s铆 -minti贸 ella.
A los treinta y cinco hab铆a adquirido un leve acento americano y un par de kilos debido a su pasi贸n por los aritos de cebolla. Fue seleccionada para viajar a la Estaci贸n Espacial Internacional para estudiar el efecto de la ingravidez sobre los ciclos hormonales femeninos. All铆 pas贸 seis meses, con su ingr谩vida melena siempre flotando en torno a su cabeza como la cabellera de Medusa. Llor贸 la primera vez que contempl贸 desde arriba la Tierra azul, tan hermosa y en paz, sin rastro de nuestras humanas miserias. Durante su estancia perdi贸 los dos kilos de los aritos de cebolla, presenci贸 dos mil novecientos doce amaneceres y observ贸 mil ciento cincuenta y cuatro veces la Luna. Su Luna.
A los cuarenta y seis llevaba gafas gruesas (de media luna, claro) y cuando la NASA plane贸 la misi贸n Atenea I se convirti贸 en la primera mujer en viajar en una c谩psula que aterrizar铆a en suelo lunar. Durante los meses previos hizo pr谩cticas de vuelo, mec谩nica, electr贸nica, submarinismo, ingravidez, supervivencia en ambientes extremos y resistencia al estr茅s junto a sus dos compa帽eros: el teniente Hoffman y el astrof铆sico Richard Gail. El vuelo fue todo un 茅xito y la c谩psula aluniz贸 soberbiamente sobre la superficie lunar. Sin embargo, solo Gail y Hoffman bajaron del cohete. As铆 ocurre en los viajes lunares: alguien debe quedarse en la nave para supervisar las maniobras desde dentro. Al volver a la nave Gail le regal贸 una peque帽a piedra lunar que ella apret贸 fuerte en la mano mientras se sonrojaba. Un poco por la emoci贸n y mucho por la frustraci贸n.
Han pasado muchos a帽os y algunos eclipses y Lynn se ha convertido en una venerable anciana de cabellos de plata, adem谩s de toda una eminencia en geomorfolog铆a lunar. Hoy la noche es clara y sus pensamientos vagan m谩s entre los cr谩teres de la luna que entre los coches, los supermercados o la pastilla de las diez. Se sienta junto al balc贸n y aprieta en la mano su piedra lunar. Un brillo lechoso entra por la ventana y ba帽a sus arrugas serenas. Aunque lo sabe todo del sat茅lite, aunque roz贸 su superficie, los sue帽os son largos, las oportunidades caprichosas y la vida corta: ella nunca pis贸 la Luna.
– Pero pod铆a haber salido que s铆 – sonr铆e Lynn.