鈥擮s lo digo, Sancho, este artilugio es obra de encantadores.
Sancho Panza, que ven铆a a lomos de su fiel rucio, resopl贸 con resignaci贸n.
鈥擲e帽or, lo que ten茅is enfrente no es m谩s que una m谩quina de vapor. Las malas lenguas dicen que puede arar la tierra sin bestias ni hombres.
Don Quijote entorn贸 los ojos y estudi贸 la estructura met谩lica que se alzaba en medio del campo. Era una m谩quina de aspecto monstruoso, con brazos mec谩nicos que se mov铆an como tent谩culos y ruedas que rechinaban con cada giro. En su centro, una chimenea exhalaba humo negro, como si en su interior ardieran brasas del mismo infierno.
鈥擭o os dej茅is enga帽ar, Sancho. Eso no es un simple artilugio, sino un gigante de hierro que ha usurpado el trabajo de labriegos y campesinos. 隆No puedo permitir semejante afrenta!
Sancho suspir贸.
鈥擲e帽or, bien sab茅is que el mundo cambia, y que ahora los hombres buscan inventos que les ahorren las fatigas.
Don Quijote, indignado, se irgui贸 sobre su caballo.
鈥斅lamadlo progreso si quer茅is, pero yo lo llamo hechicer铆a! 驴Qu茅 ser谩 lo pr贸ximo? 驴Que los libros se lean solos? 驴Que los m茅dicos curen sin tocar a los enfermos? 隆Que los caballos se muevan sin herraduras ni bridas!
鈥擳odo eso ya lo est谩n inventando, mi se帽or.
El hidalgo se qued贸 en silencio por un momento, desconcertado. Luego sacudi贸 la cabeza, como quien espanta un mal pensamiento.
鈥斅o importa! El honor de los campesinos debe ser restaurado. 隆Voy a desafiar a este engendro del demonio!
Sancho intent贸 detenerlo, pero Don Quijote ya hab铆a espoleado a Rocinante y se lanzaba a la carga con la lanza en ristre. El impacto fue desastroso. La punta de la lanza se enganch贸 en uno de los engranajes, y antes de que Don Quijote pudiera reaccionar, la m谩quina lo lanz贸 por los aires. El caballero aterriz贸 de espaldas en el suelo, con el casco torcido y el orgullo hecho a帽icos. Sancho se acerc贸 corriendo.
鈥斅縑eis, mi se帽or? Os lo dije, pero no me quisisteis escuchar.
Don Quijote, a煤n aturdido, se incorpor贸 con esfuerzo. Mir贸 la m谩quina, que segu铆a trabajando con indiferencia, y frunci贸 el ce帽o.
鈥擲ancho鈥 este enemigo es m谩s astuto de lo que cre铆a. No responde al desaf铆o, no busca la batalla. Su poder radica en su frialdad, en su indiferencia hacia la voluntad humana.
Sancho se rasc贸 la cabeza.
鈥擯ues claro, se帽or. No es un caballero, ni un villano.
El hidalgo no respondi贸 de inmediato. Se sacudi贸 el polvo de la armadura y contempl贸 la m谩quina con ojos nuevos.
鈥擲i el mundo ha cambiado tanto, Sancho鈥 驴qu茅 ser谩 de los hombres como yo?
Sancho sonri贸 con ternura.
鈥擲iempre habr谩 algo que combatir, mi se帽or. Aunque ya no sean molinos.
Don Quijote guard贸 silencio y mir贸 el cielo.
鈥擲ancho, dime una cosa鈥 驴pueden los hombres del pasado so帽ar con el futuro?
Sancho frunci贸 el ce帽o.
鈥斅緾贸mo dec铆s, se帽or?
鈥擰uiero decir que, as铆 como nosotros miramos con temor estas m谩quinas, quiz谩s haya un tiempo en el que los hombres miren hacia atr谩s y sue帽en con lo que fuimos. Sancho solt贸 una carcajada.
鈥擲e帽or, si en el futuro alguien sue帽a con un hidalgo que pele贸 contra molinos, entonces que sue帽en. Y si alg煤n sabio encuentra la forma de hablar con los hombres de otros tiempos, que nos cuenten si todo este progreso les ha tra铆do m谩s felicidad.
Don Quijote asinti贸.
鈥擳al vez, Sancho, la ciencia del ma帽ana tambi茅n necesite de los sue帽os de ayer.
Y as铆, con la dignidad restaurada, Don Quijote y Sancho continuaron su camino.
Quiz谩s, en el fondo, la verdadera batalla no era contra la m谩quina, sino contra el
tiempo mismo.
#Relato1: La m谩quina de los enga帽os
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