Relatos ganadores del V Concurso de relato breve «La Ciencia y tú»
El Museo de la Ciencia de Valladolid y El Norte de Castilla entregaron el viernes 17 de abril los premios del V concurso de relato breve «la Ciencia y tú». Un certamen que en esta ocasión tuvo como tema principal la luz, enmarcándose así en el Año Internacional de la Luz y de las Tecnologías basadas en la Luz.
La directora del Museo, Inés Rodríguez Hidalgo, que resaltó el incremento de la participación y la calidad de los relatos presentados, fue la encargada de presentar el acto; mientras que Javier Escribano, director de la unidad de negocios digitales de El Norte de Castilla; Miguel Ángel Delgado, autor del libro «Tesla y la conspiración de la luz»; José Ramón Alonso, autor de «Neurozapping» y «Dispara tu primero y otras historias de la neurociencia»; y Carlos Aganzo, director de El Norte de Castilla leyeron los relatos e hicieron entrega de los premios.
De esta forma, Esther San Juan Vigo fue la ganadora de la categoría infantil y juvenil, con su relato «No sin mis electrones»; Aleta Duque García, se hizo con el premio del público gracias a «Luces del norte», y dos relatos fueron premiados ex aequo en la categoría general: «Sueños eléctricos», de Mariano Gómez García, y «Años Luz», de Basilio Ruiz Cobo.
Todos los premiados asistieron al acto, a excepción de Basilio Ruiz Cobo, con quien se conectó a través de Skype.
Tras la entrega de premios, que congregó a cerca de 300 personas, tuvo lugar el espectáculo «Matemáticas + Química = ¡magia! La magia de la Tabla Periódica», un evento organizado por el Aula de Cultura de El Norte de Castilla.
PREMIO CATEGORÍA INFANTIL JUVENIL – ESTHER SAN JUAN VIGO
«No sin mis electrones»
Hoy mi madre nos ha levantado gritando “¡Llegamos tarde, no ha sonado el despertador! Se ha ido la luz”
Así que como no hay electricidad no funciona el microondas; y nos toca desayunar galletas y un vasito de agua. Salimos de casa y tenemos que bajar andando seis pisos hasta el garaje para coger el coche. Cuando llegamos a la puerta, nos damos cuenta de que no se abre “¡evidente, no hay luz!”. Desandamos el camino y subimos hasta la planta baja .Ya en la calle empezamos a andar, sabiendo lo tarde que llegamos. En el camino al colegio, vemos a la profesora. Seguro que es ella. ¡Ja Ja! También llega tarde. Los semáforos no funcionan, tenemos que ir sorteando los coches y cruzar las calles corriendo.
Llegamos al colegio y… ¡no hay pizarras electrónicas!”. Tenemos que usar unas cosas blancas alargadas que sueltan mucho polvo y escribir sobre una pizarra muy antigua, que antes estaba de adorno.
Cuando acaban las clases nos dirigimos al comedor, la cocinera nos tiene una sorpresa. No funciona la cocina y tenemos que comer bocadillos; nos guste o no (siendo sincera es mejor que el repollo que nos ponen algunos días).
Los minutos pasan muy despacio. Y por fin llega la hora de ir a casa y de ponerme a hacer los deberes. Nos han mandado buscar el significado de algunas palabras. ¡Sin ordenador! ¡Con el diccionario! Páginas adelante, páginas atrás. Está resultando algo difícil. Mientras oigo gritar a mi hermano ¡no funciona la videoconsola!”
Cenamos a “lo romántico”, con muchas velas y bocatas de nuevo. Y rapidito que no hay muchas velas. Así que prontito a la cama, cosa que agradezco porque el día ha sido muy largo.
Empiezo a relajarme en la cama y comienza a sonar “pi, pi, piiiiiiii”. Me despierto. Es el despertador. Todo había sido un sueño. O más bien, una pesadilla. ¡Gracias Franklin! ¡Gracias Volta! ¡Gracias por hacerme la vida más fácil!
PREMIO CATEGORÍA GENERAL – BASILIO RUIZ COBO
«Años luz»
Hacía frío. Aurora se acercó al interruptor con el piloto rojo. Justo antes de pulsarlo le invadió el recuerdo de la noche en que oyó por primera vez la expresión “años luz”.
Tendría seis o siete años. Su padre estaba enseñándole un libro con dibujos de constelaciones y pronunciando nombres que sonaban a héroes y gigantes, a joyas y princesas: Orión, Betelgeuse, Rigel, Bellatrix…
-Y ésta es Sirio, una estrella blanca, la más brillante del cielo. Está a diez años luz.
Al oír esas dos palabras, años luz, le invadió un sentimiento azul, fresco y veloz. Como lo que sentía el primer día de las vacaciones del verano, al tirarse de cabeza a la poza del río. A Aurora, muchas veces, se le cruzaban los sentidos, sobre todo cuando algo le producía placer: el olor del café recién hecho era para ella de color azul cobalto; el pan tostado le sabía a oro viejo; las manos ásperas de su padre cuando la llevaba al colegio eran, claramente, del color y el aroma del tabaco.
Esa noche, cuando calculó que todos estarían dormidos, salió al balcón, con las palabras años luz resonando en su mente, y trepando por el alfeizar de la ventana, llegó al tejadillo. La noche estaba fría. Se tumbó sobre las tejas y buscó un poco. Y allí estaba Orión, con sus estrellas con nombres de héroes, gigantes, joyas y princesas. Y un poco más abajo, como un fogonazo de luz con sabor nata, Sirio, con sus años luz frescos, azules y veloces. Se quedó dormida. Cuando se despertó estaba aterida, encogida sobre las tejas. La mañana siguiente la pasó en cama. Con fiebre.
Aurora pulsó el interruptor con el piloto rojo. Con un ligero crujido la compuerta de la cúpula del telescopio empezó a abrirse. Y al poco se le llenaron los ojos de luz de estrellas con olor a café y sabor a pan tostado, de luz con la aspereza de tabaco de las manos de su padre llevándola al colegio, con el azul fresco y veloz de la zambullida en el río. Con la felicidad que te inunda el pecho cuando los sueños llenos de años luz empiezan a cumplirse.
PREMIO CATEGORÍA GENERAL – MARIANO GÓMEZ GARCÍA
«Sueños eléctricos»
Amanece lentamente en la gran urbe. El sol asoma su ígneo rostro, poco a poco al principio, casi diríase que con algo de temor, con reservas. Acaba de doblegar a la noche, que ya huye despavorida, y aún no cree a pies juntillas en su victoria.
En el séptimo piso de un gran edificio, duerme tranquilamente un hombre. Su sueño se ve alterado, de repente, por la llamada de su despertador. Mientras se agita, pensando incluso en no levantarse, empieza a escuchar las noticias del día por la radio, que se ha puesto en marcha automáticamente desde el propio reloj. Decidido ya a saltar de la cama, se dirige al cuarto de baño, contemplando la ciudad a sus pies, que se despereza como un gato inmenso. Miles de ventanas iluminadas atestiguan que los hombres se incorporan, un día más, a sus tareas.
Su cuarto de baño está iluminado por suaves halógenos, que invitan al recreo y al cuidado del cuerpo, al tiempo que la vista reposa sobre los tonos blancos y acerados de la estancia. Se oye una música suave, y sobre el gran espejo que preside la habitación, se ilumina una pantalla de ordenador, incorporada al mueble, que comienza a informar a nuestro hombre sobre los avatares del mercado bursátil y sobre su correo pendiente. Ya afeitado, se mete en la ducha de hidromasaje, que ha memorizado hace mucho tiempo las dimensiones de su cuerpo, facilitando que los múltiples chorros de agua impacten con la presión adecuada en los puntos necesarios.
Hay un delicioso aroma a café en la vivienda, y el murmullo de la ciudad, el abigarrado son de tantos seres humanos, de tantas historias de vida y de muerte entremezcladas, lucha por vencer al aislamiento del edificio para así penetrar en su fría calma interior, sin conseguirlo. La cafetera automática, programada la noche anterior, ya está en silencio, y el hombre comienza a ojear las noticias de la prensa escrita en la enorme televisión del salón comedor, conectada a internet. Habrá que abrigarse, parece; el viento del norte ataca de nuevo; será cuestión de elevar ligeramente la temperatura de la calefacción…
…un trueno rasga el aire cruel de la mañana, y la lluvia castiga, inmisericorde, las colinas cercanas. Ruge el tigre de colmillos de sable en la lejanía, y el hombre despierta aterrado, empapado de sudor, preso todavía en su reciente sueño. Mira sus manos en busca de todas aquellas imágenes que contemplaba hace escasos minutos; observa a sus congéneres y abre la boca para dirigirles la balbuceante palabra… y se echa a llorar desesperadamente ante el recuerdo imposible del futuro paraíso perdido.
PREMIO DEL PÚBLICO – ALETA DUQUE GARCÍA
«Las Luces del norte»
El Noticiario (9 febrero 2018): La inauguración de los XXIII Juegos Olímpicos de Invierno que tuvo lugar ayer en Pyeongchang (Corea del Sur) sorprendió a todo el mundo con su número final. Confirmando los rumores más insistentes, en torno a las 21:30 (hora local), la ceremonia se detuvo y la bóveda celeste se vio inundada por las inmensas ondas vibrantes de una aurora polar… [Continúa en página 8]
Finanzas al día (3 marzo 2018): Tras años de intenso desarrollo, trabajando en estricto secreto, Auroralis Inc. ha presentado oficialmente esta mañana Aurora Lux, un producto capaz de crear auroras polares en cualquier lugar del mundo y momento del día. “Gracias a su patentado sistema de alta energía, las auroras generadas por Aurora Lux presentan una gran estabilidad y la más alta definición”, declaró el presidente de la compañía. “Es un producto pensado para dar un toque único a grandes eventos y festejos. Además, no produce ningún tipo de contaminación acústica o emisiones de partículas, como ocurre en el caso de los convencionales fuegos artificiales”.
Extracto publicitario (15 noviembre 2019): ¿Quiere disfrutar de uno de los espectáculos más bellos de la Tierra sin moverse de casa? La tecnología avanzada de Aurora Lux Doméstica, le asegura que en breves momentos usted podrá conseguir una pequeña aurora sobre su jardín, que se mantendrá durante 30 minutos garantizados para el disfrute de usted y sus invitados. Dele un toque exclusivo a sus celebraciones y deje que Aurora Lux Doméstica ilumine sus momentos más especiales.
Viajeros (26 febrero 2025): A la vista del numeroso grupo de turistas que nos hemos congregado esta noche bajo el cielo de las Islas Svalbard, parece que las viejas Luces del Norte no han perdido su encanto. Hablamos con Ingrid Grundlist, nuestra guía, y le preguntamos su opinión sobre la competencia que suponen las recientes recreaciones artificiales. “En los primeros años sí que notamos una disminución de la demanda; sin embargo, en mi opinión, es sólo una moda pasajera. Aparte de los posibles efectos medioambientales que ahora se están investigando, no es algo comparable con la grandeza de una auténtica aurora. Quiero decir, al final, cuando observamos una aurora boreal, lo que vemos es la energía resultante de la colisión entre partículas arrastradas desde el Sol y las de nuestra atmósfera, contemplamos una manifestación del universo. Y eso no se puede sustituir por un espectáculo de luces, ¿no crees?”.