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Serpientes, bellas e inofensivas

Pertenecen a un grupo de animales tradicionalmente odiados y temidos, las serpientes. Su cuerpo alargado, la ausencia de extremidades, el desplazamiento reptante, el movimiento eléctrico de su lengua bífida, la mirada inquietante y, sobre todo, el temor atávico y la creencia popular, hacen de las serpientes uno de los grupos faunísticos que más reacciones de rechazo suscitan, en parte por el temor a la supuesta posesión de veneno y a recibir posibles picaduras.

La realidad es bien distinta, ya que, si bien existen serpientes dotadas de colmillos con los que pueden inocular veneno (en realidad saliva modificada), también hay especies incapaces de realizar tal maldad, ya que no poseen colmillos inoculadores ni sustancias tóxicas. Incluso las serpientes dotadas de tal sistema ponzoñoso, resultan poco peligrosas, ya que no atacan a las personas a no ser que sean manipuladas o se produzca, de forma fortuita, un encuentro demasiado cercano.
En la Península Ibérica habitan 17 especies de serpientes (CSIC), de las cuales únicamente 6 poseen sistema inoculador de veneno y de éstas, solamente las 3 víboras, debido a las reacciones fisiológicas que pueden causar, se pueden considerar realmente venenosas. En el grupo más extenso, el integrado por las serpientes no venenosas, se encuentran las tradicionalmente denominadas ‘culebras de agua’, refiriéndose este término a dos especies de colúbridos, la culebra viperina (Natrix maura) y la culebra de collar mediterránea (Natrix astreoptophora), si bien solamente la culebra viperina está íntimamente ligada a los medios acuáticos.

 

Culebra viperina que habita en la Casa del Río en el Museo de la Ciencia

Culebra viperina que habita en la Casa del Río en el Museo de la Ciencia

La culebra viperina, especie que se puede observar en uno de los terrarios de la Casa del Río, es una serpiente de mediano tamaño, que generalmente exhibe un diseño característico compuesto por una banda dorsal oscura en zigzag combinada con manchas laterales romboidales. La cabeza es ancha y aparece bien delimitada, las pupilas son redondas y el iris muestra un anillo claro, amarillo o anaranjado. Es una especie absolutamente inofensiva que no muerde ni siquiera al ser manipulada, basando toda su estrategia defensiva en la huida, el mimetismo o, en casos extremos, en aparentar ser una víbora mediante el despliegue de comportamientos que reciben el nombre de ‘mimetismo batesiano’. Para ello, aplasta la cabeza, repliega el cuello formando una ‘s’ y emite bufidos, llegando a lanzar la cabeza contra el agresor, pero siempre con la boca cerrada.
La culebra viperina, que debe este apelativo precisamente a la estrategia defensiva anteriormente descrita, puede distinguirse de una verdadera víbora por su pupila redondeada, vertical en las víboras, las escamas de la cabeza, que son pocas y grandes, y la menor diferenciación de cabeza y cuello que en los vipéridos.

No obstante, la mejor forma de no sufrir accidentes indeseables en caso de encuentros fortuitos es observar los animales y no intentar manipularlos, dejarles una vía de escape y disfrutar de estos momentos, que, por lo general, en el medio natural se producen con escasa frecuencia.

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