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Relato finalista ‘Premio del público’ del XII concurso ‘La Ciencia y tú’

#RELATO 2: EL SONIDO DEL AGUA

Al fin había llegado el momento. Ese fin de semana tendría que presentar las conclusiones de su estudio en la Universidad y no podía estar más nerviosa. Había repasado cientos de veces la lista de lo que tenía que llevar en la maleta y estaba esperando para subir al tren.

Tras hacer malabares con las diferentes bolsas y trastos con ruedas, consiguió llegar a su asiento y se acomodó para el viaje. Echó un vistazo a su alrededor y no pudo evitar que se le escapara una sonrisa: un par de jóvenes compartían auriculares unos asientos más adelante; una mujer leía un cuento en susurros a un niño que se tapaba la boca para no estallar en carcajadas y una pareja de ancianos dormitaban sobre los hombros del otro.

De pronto, al entrar en un túnel, se hizo la oscuridad. Quizás el maquinista había olvidado encender las luces interiores del vagón o algo se había estropeado porque no se veían más que las señales luminosas de emergencia.

El ambiente en el tren cambió por completo y se escucharon algunos sollozos del pequeño y un par de suspiros de resignación del resto de pasajeros. Parecía que aquel túnel no iba a terminar nunca, así que decidió hacer algo.

Aprovechando la oscuridad, encendió la linterna del móvil que tenía en la mano, agarró su bata blanca, se puso sus gafas y se alborotó el pelo: era hora de sacar partido a sus conocimientos de ciencia, música y a ese título de monitora de ocio y tiempo libre que tanto le gustaba.

Abrió una de sus bolsas para sacar algunas probetas, su cantimplora y los palillos chinos que siempre llevaba limpios y preparados para comer. Vertió una cantidad concreta de agua en cada probeta (como pudo con la poca luz de su linterna) y se levantó de su asiento. Ahora llegaba la parte interesante… ¿la gente estaría dispuesta a colaborar?

  • ¡Atención, atención! En estos momentos oscuros, ¿por qué no poner un poco de música a la vida? – Entonó con su mejor voz circense. A continuación, se acercó uno a uno al resto de pasajeros, entregándoles una probeta con agua y un palillo. – Vamos a jugar a algo: yo os voy a ir señalando con mi mano, y vais a tocar vuestra probeta con el palillo para hacer un sonido concreto. He añadido la cantidad de agua necesaria para que suenen diferentes notas, así que vamos a ver si podemos crear una melodía que nos alegre un poco.
  • ¡Estupendo! – exclamó el niño sonriendo.
  • Uy, esto me parece un poco difícil – dijo en cambio uno de los jóvenes que parecía reacio a quitarse el auricular y prestar atención.

Ella, sin embargo, no se desanimó y se puso manos a la obra. Dejó el móvil en el suelo y colocó una botella de agua de plástico encima de la linterna, lo que hizo que el líquido se iluminara igual que un farolillo: 

  • ¿Estáis preparados? – Sonrío dispuesta a comerse el mundo.

Con una melodía popular en la cabeza, fue señalando a cada pasajero y todos se animaron a colaborar. Al final hasta improvisaron un rato. Sin casi darse cuenta, salieron del túnel y siguieron haciendo música y charlando hasta el final del trayecto. Mucho más animada, bajó del tren segura de que estudiar el poder de la música había sido la mejor elección que podría haber hecho para su estudio.

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