¿Qué debería conocer de Ciencia el ciudadano medio?
Aviso: ésta es una laarga entrada, sólo para quien tenga ganas de leer algo más de lo habitual en este blog.
Hace unos días me solicitaron completar un cuestionario para un estudio cuyo objetivo es diseñar (y evaluar posteriormente) un modelo para el fomento de la competencia científica en la educación obligatoria de 10 a 16 años. Se trataba de seleccionar los tres aspectos (conocimientos, habilidades, actitudes o valores) del ámbito científico-tecnológico que deberían ser conocidos por cualquier ciudadano medio. Se pedía también justificar la importancia de cada uno de esos aspectos y poner un ejemplo en que ésta se ponga de manifiesto.
Supongo que la mayoría de quienes nos dedicamos a la Ciencia de una u otra forma habremos pensado en este tema más de una vez… pero ordenar las ideas, seleccionar los temas solicitados y estructurar la respuesta ya no es tan sencillo. Me ha llevado bastante tiempo responder al cuestionario, y he pensado en compartirlo con los internautas que visitan este blog.
Allá va mi opinión (reflexionada y argumentada, pero opinión al fin y al cabo).
Comentario general: un criterio que he seguido para elegir los tres temas ha sido su carácter bastante general, evitando seleccionar conceptos demasiado específicos que darían al ciudadano una imagen fragmentada y encasillada de los conocimientos científicos (para la especialización siempre hay tiempo, ya en el marco de una carrera científica). Otro aspecto es su transversalidad, que permite relacionar de forma bastante natural todos los conceptos que aparecen. Por último, su condición multi- o interdisciplinar, implicando no sólo distintas materias científicas sino incluso otras ramas del conocimiento no estrictamente científicas.
1. Señas de identidad de la Ciencia: conocimiento elemental del método científico y definición de Ciencia por oposición a las pseudociencias.
Justificación: en nuestro mundo actual es imprescindible el reconocimiento de la Ciencia, que nos rodea, nos invade y configura nuestra vida, como parte esencial de la cultura. El ciudadano medio debería disponer de una cultura científica elemental, que comienza por conocer los fundamentos de la Ciencia, su definición, sus señas de identidad y su método de trabajo, que la singulariza frente a otras actividades humanas. Y debería disponer de argumentos para discriminar lo que es Ciencia de lo que se vende como tal, pero no genera conocimiento contrastado y veraz… sino simplemente humo.
Ejemplo: para que una persona sin formación científica específica se aproxime a la Ciencia sin reverencia, temor, recelo o rechazo, necesita saber que la Ciencia es una “actividad creativa, cuyo objetivo es la comprensión de la naturaleza y cuyo resultado es el conocimiento” (Ruy Pérez Tamayo). Considero imprescindible informar y formar al ciudadano para que pueda comprender en profundidad y asimilar esta definición. Sólo así podrá valorar el trabajo de los científicos, reconocer la e de la investigación básica, comprender la necesidad de la inversión en Ciencia, defender la formación científica en el currículo académico, interesarse por adquirir una mínima cultura científica que le permita opinar en temas de interés común cuya solución pasa necesariamente por la Ciencia, sentir placer con la experiencia y el conocimiento científico… y defenderse ante los continuos y generalizados ataques de las pseudociencias que reclaman la categoría y el prestigio de la Ciencia sin compartir sus requisitos.
2. Potencias de diez: nociones elementales sobre escalas de tamaño y tiempo en el Universo.
Justificación: he tenido muchas dudas a la hora de seleccionar este tema entre otros (por ejemplo, nociones básicas de Matemáticas y Estadística; o de Física, como los conceptos de fuerza y energía, este último tan devaluado y mal utilizado…) Pero me he decidido por las célebres “potencias de diez” que la Biblioteca Scientific American publicase ya en 1982, porque considero que aportan una cultura científica muy general, y ponen los cimientos para avanzar en muchos otros conocimientos.
Se trata de tener una mínima idea de las dimensiones de un ser humano, de su ciudad, del país en que vive, de la Tierra, del Sistema Solar, de la Galaxia, del Universo (con sus inmensos vacíos)… y, hacia lo muy pequeño, de otros diminutos seres vivos, de la célula, las moléculas, los átomos (de nuevo con sus inmensos vacíos), las partículas elementales, los quarks… al menos en orden de magnitud y siquiera mediante analogías. Y lo mismo respecto a los tiempos: qué representan un día, un mes o un año frente a la vida de un individuo, la historia de la civilización, la aparición de los primeros homínidos, el surgimiento de la vida elemental, la formación del Sistema Solar o el origen del Universo; o frente a la duración de un latido, las milésimas de segundo que deciden un record deportivo o el tiempo característico de los procesos atómicos.
En este contexto surge naturalmente la noción de velocidad que relaciona distancia y tiempo, y el concepto de velocidad de la luz (máxima e insuperable) que deriva en la certeza de que siempre observamos el Universo en diferido, con las asombrosas consecuencias que todos conocemos.
Creo que estos conceptos ayudan a colocarnos en nuestro lugar y momento en el Universo, provocan una emoción y un asombro que nunca deberían abandonarnos, generan un sentimiento humildad, al tiempo que de grandeza por ser capaces de pensar sobre ello, permiten valorar lo singular de nuestro planeta y forma de vida, y aprender a cuidarlos…
Ejemplo: cuando se habla alegremente de la existencia de vida en el Universo, es fácil imaginar flotas de naves llenas de extraterrestres avanzadísimos que nos visitan o nos han visitado. Los conocimientos mencionados pueden servir para profundizar sobre si la vida ha surgido por azar o es una propiedad emergente de la materia, sobre lo improbable de la evolución de formas de vida elementales hacia organismos complejos e inteligentes, o de éstos hacia seres tecnológicamente capaces de comunicarse, sobre el alcance real de las misiones espaciales y la dificultad de los viajes interestelares, sobre los distintos objetos que pueblan el Universo y cómo éste se organiza, etc.
3. Nociones elementales sobre la vida: vocabulario básico de genética; origen de la vida y evolución de las especies vivas.
Justificación: parece natural, tras conocer elementalmente el Universo en que vivimos, volver la vista al fenómeno mismo de la vida. Para ello es necesario saber al menos qué significan las omnipresentes siglas ADN (nos bombardean continuamente noticias relacionadas con la Genética) y comprender la capacidad de auto-replicación de esta molécula que está en la base de la reproducción y la herencia.
A continuación se trata de conocer cómo a partir de un elemento capaz de combinarse fácilmente, un medio líquido, y una fuente de energía puede surgir la vida elemental. Y cómo, a partir de ésta, la evolución (teoría del origen común, selección natural, papel de las mutaciones…) ha producido una gran diversidad de especies vivas, de las que el Homo Sapiens Sapiens no es sino una más, ni la última ni la más perfecta…
Ejemplo: estos conocimientos son imprescindibles para comprender el significado, trascendencia y calado ético de la clonación terapéutica o la producción de organismos genéticamente modificados, temas de candente actualidad sobre los que ojalá los ciudadanos puedan opinar más pronto que tarde…
Otro ejemplo muy concreto: alguien que conoce la Teoría de la Evolución podrá deducir que el Diseño Inteligente (Creacionismo adecuadamente “tuneado”) está muy lejos de ser una teoría científica y no puede ni debe ser presentado como tal.
Si has llegado hasta aquí leyendo, muchas gracias por tu atención y tu tiempo, espero que mi opinión te haya parecido mínimamente interesante.
¿Te animas a contarnos qué crees tú que debería conocer de Ciencia el ciudadano medio?