El islote de los voluntarios
El pasado sábado 19 de noviembre, celebramos una nueva jornada de voluntariado en el islote de El Palero, y con ésta ya van nueve.
La mañana amaneció frÃa y con niebla, lo normal para estas fechas, pero esa circunstancia no evitó que todas las personas previamente apuntadas acudieran puntualmente a la cita, quizás porque intuÃan que el sol acabarÃa asomando para llenar de luz otoñal el interior del islote. Casi finalizando la jornada la niebla fue perdiendo fuerza y los rayos de sol, tÃmidamente, fueron haciéndose cada vez más fuertes. Los haces de luz entraban tamizados entre los árboles que, a pesar de lo avanzado del año, aun presentaban buena cobertura foliar. El ligero, pero paulatino, aumento de temperatura nos permitió despojar manos, cabeza y cuerpo de las prendas de abrigo. El contraste entre los tonos grises de la mañana y los cálidos dorados que iluminaban el interior de la olmeda, se hacÃa cada vez más evidente. Fue entonces, cuando las herramientas reposaban después del trabajo realizado, cuando paseamos por el islote disfrutando de las novedosas condiciones meteorológicas, entonces nos dimos cuenta del cambio que se habÃa producido en el islote desde aquella lejana primera jornada de voluntariado.
El espacio lucÃa libre de basuras, muchos de los pequeños árboles y arbustos que en sucesivas jornadas se han ido plantando mostraban un aspecto saludable. Los protectores derribados por el agua o los conejos volvieron a su lugar para cumplir la misión de cuidar de las delicadas cortezas. En las mejores zonas, donde la influencia del agua del rÃo permite un mejor arraigo y crecimiento, se encontraban los ejemplares de mayor porte, algunos de ellos ya con más de 4 metros de altura. Las escaleras talladas en el suelo, maltratada y desgastadas por las crecidas, recuperaron su forma y función. En definitiva, nos encontrábamos en un espacio muy distinto al que descubrimos hace años, cuando realizábamos las primeras incursiones insulares.
Pero el cambio no se ha producido de forma espontánea, todo lo contrario. De no ser por el desinteresado trabajo de todas las personas que han colaborado a lo largo de todos estos años, seguramente el islote no se hubiera recuperado como lo ha hecho, ya que son muchas las agresiones que sufre cada año: conejos que devoran las cortezas más tiernas, basura que se acumula con cada avenida, destrozos producidos por actos vandálicos, plantas desarraigadas por el viento, los animales o las crecidas, son algunos de los problemas que afectan al islote.
Sin embargo, año tras año, los voluntarios y voluntarias, algunos de corta edad, acuden puntualmente a la cita con el islote y aportan grandes cantidades de ilusión para conseguir que el islote luzca como lo hizo la mañana del 19 de noviembre.
Sin duda, la ribera del Pisuerga, Valladolid y sus vecinos, cuentan con este espacio ribereño gracias a la importantÃsima labor de todos aquéllos que decidieron dedicar una parte de su tiempo a trabajar por su conservación y restauración. Por ello, no nos queda nada más que agradecer su esfuerzo, dedicación y voluntariedad, ya que son ellos los verdaderos artÃfices de la conservación y restauración de este pedacito de tierra emergida en el cauce del rÃo Pisuerga.