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“Aunque hemos avanzado mucho, ir a la Antártida sigue siendo un desafío”, Javier Cacho

Javier Cacho es físico, científico y escritor. Fue miembro de la Primera Expedición Científica Española a la Antártida, donde ha estado posteriormente en cuatro ocasiones, las dos últimas como jefe de la base antártica española Juan Carlos I. También ha sido secretario del Comité Nacional Antártico varios años y actualmente es responsable de la unidad de cultura científica del INTA.
Su carácter divulgador le ha llevado ha colaborar en diferentes medios de comunicación, siempre con temas relacionados con la ciencia y el medio ambiente, y además es coautor y autor de varios libros de divulgación.
En su última obra, “Amundsen-Scott, duelo en la Antártida” (prologado por Manuel Toharia y publicado en la colección Periplos) narra la historia del descubrimiento del Polo Sur por el noruego Roald Amundsen y el británico Robert Falcon Scott
Javier_CachoJavier Cacho es físico, científico y escritor. Fue miembro de la Primera Expedición Científica Española a la Antártida, donde ha estado posteriormente en cuatro ocasiones, las dos últimas como jefe de la base antártica española Juan Carlos I. También ha sido secretario del Comité Nacional Antártico varios años y actualmente es responsable de la unidad de cultura científica del INTA.

Su carácter divulgador le ha llevado a colaborar en diferentes medios de comunicación, siempre con temas relacionados con la ciencia y el medio ambiente, y además es coautor y autor de varios libros de divulgación.

En su última obra, “Amundsen-Scott, duelo en la Antártida” (prologado por Manuel Toharia y publicado en la colección Periplos) narra la historia del descubrimiento del Polo Sur por el noruego Roald Amundsen y el británico Robert Falcon Scott.

1. ¿Qué proyectos destacaría de los que se están llevando a cabo actualmente en la Antártida?

En estos momentos la colaboración científica internacional está llevando a cabo un gran número de proyectos de gran interés en muchos campos de la ciencia, pero a mí me gustaría destacar las perforaciones que se están realizando en el hielo antártico y que nos están permitiendo conocer la evolución del clima de la Tierra en los últimos 600.000 años. Se trata de un tema de gran importancia para evaluar en qué medida el calentamiento del planeta, al que estamos asistiendo, es un proceso natural que ya se ha producido en anteriores ocasiones o responde a la multiplicación de las perturbaciones provocadas en el medio natural por el exponencial desarrolló industrial del último siglo.
2. “Es el mayor laboratorio natural de la humanidad”. ¿Está de acuerdo con esta definición de la Antártida?

Sé que vivimos en un mundo en que para que algo destaque tiene que ser etiquetado como “el mayor”  en algo, por lo que puede producir un cierto cansancio el recurrir una vez más a estos términos. Sin embargo, en el caso de la Antártida sí creo que se puede aplicar esa definición. No sólo porque hablamos de un continente de 15 millones de km2, es decir unas 30 veces la superficie de España, sino también porque dada su lejanía respecto a otros puntos del planeta ha permanecido prácticamente inalterada ante los procesos de degradación de todo tipo que han tenido lugar en el resto de la Tierra.
3. ¿Llegará el día en el que se explotarán los recursos naturales de la Antártida?
Creo que eso no ocurrirá o se producirá de forma extraordinariamente limitada. Sé que puedo parecer demasiado optimista pero precisamente este año se cumplen 20 años de la firma del Protocolo de Madrid que establecía una moratoria de 50 años para la extracción de sus recursos. Por lo tanto si hace 20 años, cuando la conciencia medioambiental de la sociedad no estaba tan desarrollada como en la actualidad, se llegó a ese acuerdo, estoy seguro de que dentro de 30 años volverá a imperar el sentido común y mantendremos alejada a la Antártida de la ambición desmedida de obtener materias primas a cualquier precio medioambiental.

4.  ¿Cómo es la vida de un científico en medio del Polo rodeado de hielo por todas partes?
Bueno, tengo que aclarar que yo no he estado en el Polo, mis investigaciones científicas me han llevado a otros puntos de la Antártida, incluso en pleno invierno, pero nunca al Polo. En cualquier caso, no es muy diferente de la vida que lleva un científico en otras bases antárticas en las que he estado, también rodeadas de hielo y situadas a miles de kilómetros de la civilización. Podemos decir que es una vida centrada en las investigaciones que nos han llevado hasta allí, por lo tanto es a ese trabajo al que se le dedica la mayor parte del  tiempo. Eso no impide que seamos conscientes de dónde nos encontramos: rodeados de una naturaleza maravillosa, pero también inmisericorde, que no perdona la mínima equivocación y donde uno sabe que por sí mismo no es nada y que necesita la ayuda de todo el grupo que le acompaña si quiere sobrevivir.

5. ¿Es muy diferente de como lo vivirían Amundsen y Scott en su día?

Sin lugar a dudas. Cuando Amundsen y Scott dejaron el último puerto y se dirigieron con sus barcos a la Antártida, rompieron el cordón umbilical con la civilización de tal manera que durante meses y meses no podían intercambiar la más mínima información con el exterior. Ese total  aislamiento es psicológicamente muy difícil de sobrellevar y en esto la vida en las bases no es demasiado diferente a la que llevaron ellos pues, pese a todas las comunicaciones vía satélite con las que contamos en la actualidad, durante el invierno muchas bases antárticas se quedan completamente aisladas, por lo que cualquier emergencia médica o de cualquier otro tipo tiene que ser exclusivamente solucionada por el personal de la base. Por lo tanto, aunque hemos avanzado mucho, ir a la Antártida sigue siendo un desafío.


6. Sin irnos tan atrás en el tiempo, ¿cómo han cambiado las condiciones desde que usted visitó por primera vez  la Antártida en 1986 y la última?

Posiblemente el campo en el que más han cambiado las cosas ha sido en el de las comunicaciones. En la actualidad, cualquier base antártica dispone de teléfono directo, correo electrónico e Internet con el que intercambiar un volumen ingente de información con el resto del mundo. Incluso los pequeños grupos que  se alejan de sus bases en tiendas disponen de comunicación vía satélite con sus familias. Sin embargo, cuando yo fui las primeras veces las cosas no eran como ahora. Las comunicaciones vía satélite estaban comenzando y todavía no estaban extendidas: nosotros no disponíamos ni de teléfono ni de fax, así que nos comunicábamos con nuestros laboratorios en España y con nuestras familias por radio a través de frecuencia públicas, por lo que nuestras conversaciones podían ser seguidas por cualquiera que estuviera conectado a esa frecuencia. Lo más privado eran los telegramas, que el radiotelegrafista enviaba y recibía en código Morse, algo que ahora nos parece… casi antediluviano.

7. Con tantas veces como ha estado en la Antártida, tendrá muchas anécdotas…

Sí, han sido bastante veces y muy intensas. Si quieren una anécdota divertida les puedo contar que siendo yo jefe de la base antártica española llegaron unos científicos coreanos que deseaban hacer investigaciones en el entorno de nuestra base. Aunque les ofrecimos compartir nuestras instalaciones decidieron montar sus tiendas de campaña y vivir en ellas, tan solo nos pidieron –me pidieron- que les señalase un buen lugar. Yo les señale un sitio precioso y protegido por el viento, sin embargo con lo que no conté fue con el clima. Esa misma noche hubo un brutal cambio de tiempo, la temperatura subió varios grados, dejó de nevar y empezó a llover. Pronto descubrieron –y descubrimos- cómo el lugar idílico que les había señalado se convertía en lago, sus tiendas en islas y todas sus pertenencias comenzaron a flotar en el agua de lluvia que allí se acumulaba. Así que a medianoche acudimos a socorrerles y les dimos cobijo en nuestra base, donde pocos días después pasamos la Navidad todos juntos. Bueno, son cosas que pasan y así lo entendieron ellos.

8. ¿Cómo surgió la idea de escribir este libro?

Pues de una forma muy poco académica. Yo estaba preparando una conferencia sobre la historia de las exploraciones antárticas en los siglos XVIII y XIX, cuando mi ahijada llegó a mi casa y, con naturalidad, quiso saber qué estaba preparando. El resultado fue varias horas de animada tertulia con ella y sus padres sobre la exploración en la Antártida. A partir de ese momento ella, con una perseverancia asombrosa, trató de convencerme de que lo que había contado era muy interesante y que merecía que escribiese un libro para que muchas otras personas lo conocieran. Es evidente que logró su propósito y  comenzaron dos años intensos para tenerlo preparado a tiempo del Centenario.

9. ¿Está satisfecho con el resultado?

La verdad es que ahora estoy doblemente contento, primero con el libro en sí mismo, y por otra parte porque en España no hay casi libros editados sobre temas polares. Eso contrasta mucho con otros países de nuestro entorno y no digamos con el mundo anglosajón. Por lo tanto, me alegro de poder contribuir con el libro a suscitar la pasión por la investigación y la exploración Antártida. Allí podemos realizar muchas investigaciones que pueden contribuir a mejorar nuestro conocimiento y nuestra vida, pero también allí los científicos tendrán la oportunidad de experimentar una forma de vida en pequeñas comunidades, donde todos son indispensables para el objetivo común, y donde sentirán la fuerza vivificadora de la naturaleza en estado puro.

10. Usted ya ha escrito más libros. ¿Cree que es la mejor manera de que la gente se acerque a la ciencia?

Comparto y respeto el culto que nuestra civilización tiene a los libros, pero no me atrevería a decir que sea la mejor manera de acerca la ciencia a la sociedad. Diría que es una más, quizás la más reflexiva porque accedes al lector en un momento muy especial, cuando se ha recogido delante del libro para prestar una atención casi religiosa a la palabra impresa. En ese momento se establece una comunicación y comunión entre el escribir y lector que no debemos menospreciar,  pero evidentemente no es la única, ni muchísimo menos.

11. ¿Qué otros soportes pueden ser útiles para este propósito?

También los documentales y el cine permiten utilizar toda la potencialidad de la palabra, la imagen y la música para transmitir información científica. La prensa puede y debe informar de los avances específicos que se estén produciendo. Las conferencias permiten acercan la ciencia y el lado humano del científico. La escuela debería ser el campo natural donde los más jóvenes -en un momento en que se están abriendo al mundo- se acercasen también, con naturalidad y espontaneidad, a los campos científicos. Y no me he olvidado de los museos de la ciencia, ellos pueden ser los grandes catalizadores de todos estos procesos y a través de ellos se pueden orquestar tantas acciones para promocionar la ciencia en la sociedad y en particular entre los jóvenes. Sé que el Museo de la Ciencia de Valladolid es extraordinariamente activo y estoy seguro de que, con el paso de los años, se notarán estas actuaciones en un mayor número de jóvenes que se decidan por hacer carreras científicas. La mente de todos los seres humanos está poblada de preguntas relacionadas con nuestra realidad más próxima y con los campos más lejanos que nos podamos imaginar, y es la ciencia y los científicos quienes pueden saciar esa curiosidad innata por conocer.

12. ¿Las nuevas tecnologías y las redes sociales, tan de moda últimamente, también pueden ayudar?

Las nuevas tecnologías y las redes sociales nos permiten nuevas formas de acercamiento para, por ejemplo, difundir la aventura de la Carrera al Polo Sur. Con unos amigos hemos preparado unos blogs, cuentas de Facebook y de Twiter donde recreamos en boca de dos periodistas las vicisitudes que atravesaron las expediciones de Amundsen y Scott.

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