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A vista de Museo (II)

Los colores del paisaje urbano en otoño

A comienzos del pasado verano hacíamos un breve recorrido por los colores que nos brinda el paisaje urbano más cercano al Museo de la Ciencia. Por aquel entonces aludíamos a las luces intensas y planas propias del principio del verano, y a la dominancia de los tonos aceitunados en la vegetación ribereña.

Unos meses después, y ya inmersos de lleno en el otoño, podemos apreciar que aquella homogeneidad cromática se ha tornado algo más variable, como corresponde a la estación en la que muchas especies de árboles y arbustos van perdiendo el denso follaje verdoso con que se han vestido durante los meses precedentes.

Paisaje visto desde el Museo en octubre de 2014

Paisaje visto desde el Museo en octubre de 2014

El contraste entre especies se hace ahora más patente y la gama dominante de tonos verdosos va siendo sustituida paulatinamente por una gama de amarillos, colores nuevos que indican que la clorofila está desapareciendo y deja el protagonismo a nuevos pigmentos pertenecientes al grupo de las xantofilas. Nos encontramos en un momento en que algunas especies, o variedades, de árboles y arbustos aún conservan gran cantidad de clorofila mientras que otras ya lo han perdido casi totalmente, generando un paisaje más heterogéneo y contrastado cromáticamente que el mostrado durante el periodo estival.

Aquí y allá, salpicados entre los colores predominantes, se cuela algún tono pardo o rojizo que nos indica que en esa zona se encuentra algún ejemplar de especies minoritarias, generalmente introducidas, como el cerezo japonés. La pérdida paulatina del follaje va permitiendo que poco a poco tome relevancia un nuevo elemento hasta ahora oculto. Nos referimos a los troncos de los árboles, que introducen un plus de verticalidad en la amalgama lineal del bosque de ribera. Los más oscuros pertenecen a especies como el chopo del país, el sauce blanco o el fresno, mientras que los de tonos cenicientos, o incluso blanquecinos, delatan la posición de los álamos blancos.

De la misma manera que ocurría en el periodo estival, el color que refleja el agua del río está fuertemente relacionado con el color dominante en la vegetación aledaña por lo que ahora son los amarillos los tonos predominantes en las aguas de muchos tramos de la ribera.

Poco a poco, casi sin darnos cuenta, los arboles quedarán despojados de la vestimenta que han lucido en la primavera y verano y darán paso a un paisaje prácticamente monocromo en el que ramas y troncos serán protagonistas indiscutibles, pero eso es una historia que narraremos más adelante. Por ahora nos conformaremos con intentar apreciar los cambios que se producen a nuestro alrededor, para lo que únicamente hace falta utilizar nuestra capacidad de observación.

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