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A estas alturas del año ya hemos amanecido varios días envueltos en niebla, lo que, por otra parte, es inherente a los inviernos vallisoletanos. No son raros los diciembres y eneros en los que la capital ‘desaparece’ durante varios días consecutivos, bajo un velo denso que se aferra a lo más hondo del valle del Pisuerga. La niebla puede dar un toque de misterio y un encanto especial ‘si no se abusa de ella’, pero su continuidad en el tiempo hace más difíciles de sobrellevar los ya incómodos inviernos castellanos. Pero, ¿qué son las nieblas?, y ¿por qué son tan frecuentes en Valladolid?

Vistas desde el Museo de la Ciencia un día de niebla

Vistas desde el Museo de la Ciencia un día de niebla

Las brumas o nieblas se producen cuando el vapor de agua que hay en el aire se condensa a nivel del suelo. Es el mismo proceso por el que se forman las nubes, pero ocurre a menor altura. En función de la causa que provoca esa condensación podemos hablar de distintos tipos de nieblas. La ciudad de Valladolid está ubicada en el valle fluvial del río Pisuerga, donde se producen frecuentes episodios de inversión térmica, quedando capas de aire frío atrapadas a nivel del suelo por debajo de una capa de aire caliente. Lo normal es que el aire caliente se sitúe por debajo del aire frío, pero en situaciones de escasa circulación atmosférica y ambiente frío, el descenso rápido de la temperatura del suelo provoca el enfriamiento y captura del aire en cotas bajas.

Si el aire contiene mucha humedad, algo que ocurre con mayor frecuencia en los valles de grandes ríos, el vapor de agua se condensa por la bajada de temperatura formándose las nieblas, que en ausencia de movimiento de aire (anticiclones) se hacen muy persistentes. Si no tuviéramos bastante con la ausencia de visibilidad y el ambiente generalizado en tonos grises de los días de niebla, además hay que contar con la posibilidad de que aparezcan cencelladas y escarchas, producidas por la formación de cristales de hielo sobre las superficies sólidas. El tener que rascar el parabrisas del vehículo por las mañanas es una consecuencia de este fenómeno.

Lo normal es que la niebla desaparezca a las pocas horas de salir el sol, cuando éste calienta la superficie del suelo, pero si concurren determinadas condiciones atmosféricas puede permanecer durante varios días, para desdicha de aquéllos que gustan de la luz y los paisajes policromáticos.

Sin embargo, no todo son ‘peros’ para las nieblas, ya que en ocasiones reportan algunas ventajas. Tal es el caso de las nieblas que se producen en zonas con escasa precipitación, ya que en este caso la vegetación aprovecha la condensación a baja altura para captar el agua que necesitan, en un proceso denominado criptoprecipitación o lluvia oculta.

A estas alturas del año ya hemos amanecido varios días envueltos en niebla, lo que, por otra parte, es inherente a los inviernos vallisoletanos. No son raros los diciembres y eneros en los que la capital 'desaparece' durante varios días consecutivos, bajo un velo denso que se aferra a lo más hondo del valle del Pisuerga. La niebla puede dar un toque de misterio y un encanto especial 'si no se abusa de ella', pero su continuidad en el tiempo

Cuando queremos observar el cielo de una forma adecuada, debemos de alejarnos de ciudades y zonas de luz tanto como podamos, ya que sólo así podremos apreciar mejor toda la belleza del cielo nocturno. Pero no siempre podremos ir a los mejores lugares para la observación, así que deberemos adaptarnos a lo que se pueda ver. Para que os hagáis una idea de lo que se puede, y cómo se puede ver, os mostramos a continuación algunas fotografías que nuestro compañero

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